LABORATORIO COMUNITARIO DE PIEDRAS TACITAS

LABORATORIO COMUNITARIO DE PIEDRAS TACITAS

 

¿Qué es un laboratorio?

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, se define laboratorio como un “lugar dotado de los medios necesarios para realizar investigaciones, experimentos y trabajos de carácter científico o técnico”.

En nuestro caso se trata de un espacio en la web, dotado de todos los medios necesarios para realizar investigaciones de carácter científico relacionadas con la historia y ciencias afines.

¿Por qué un laboratorio comunitario?

Porque tenemos la conciencia que no somos ni seremos nunca dueños de la verdad, a su vez tenemos la creencia que es la comunidad en general, sin apelativos, prebendas o títulos especiales, la que produce, mantiene, cuida y preserva su historia y patrimonio. Por ello es que entregamos este espacio para experimentar, para intercambiar ideas, generar tesis, propuestas y trabajos, los cuales no tienen el filtro o la calificación de estar errados o acertados, muy por el contrario, este espacio permite el dialogo abierto, libertario, comunitario y sin ideologías de por medio, para tratar temas de la historia y ciencias afines.

Organización del Laboratorio Comunitario

Coordinador General: Tovarishch Dr. Demetrio Gatica Muñoz

Informaciones: cedepkm@gmail.com

 Documentación

 Archivo Histórico Digital de la Agrupación de Investigadores de la Historia del Valle del MargaMarga “Joan Cadquitipay”

Archivo Histórico Digital de La Sociedad de Historia y Geografía de Chile

Archivo Histórico Digital de la Sociedad de Estudios Históricos, Arqueológicos y Geográficos de Chile

Archivo Histórico Digital del señor Ricardo Andrés Loyola L.

Archivo Histórico Digital del señor Brus Leguás Contreras


Las Piedras Tacitas

Introducción

De un tiempo a esta parte, las llamadas piedras tacitas han venido a ser protagonistas de una serie de acusaciones y meas culpas relacionadas con su nula protección por parte del Consejo de Monumentos Nacionales. Sobre todo en las comunas de Quilpué y Villa Alemana, ha habido varios recientes atentados contra este patrimonio arqueológico, mayormente daños provocados por inmobiliarias. Varios grupos locales han salido a protestar y a exigir actuaciones positivas en contra de estos atentados, penados por la ley, pero que en la práctica no lo son realmente. Algunos grupos han ido mucho más allá y han intervenido algunos sitios arqueológicos donde todavía se encuentran las piedras tacitas en su sitio, construyendo estructuras en piedra que no solamente no cuentan con el apoyo de la historia y de la arqueología sino que vienen a resultar intervenciones tanto o más dañinas que las que han protagonizado principalmente las inmobiliarias.

En todo caso, no debe olvidarse que una piedra tacita removida de su emplazamiento original ya no pasa de ser más que una simpe piedra con horadaciones inconclusas, sin ningún otro valor que la apariencia. El valor de las piedras tacitas está, precisamente, en el sitio donde se encuentran, sitio que debería ser examinado y estudiado por arqueólogos para levantar información con respecto a ellas e ir develando algunos de los misterios que se asocian con ellas.

Las piedras tácitas son piedras, de distintos tamaños, a veces piedras sueltas, otras veces rocas que afloran del piso inmediato, sobre las que se han practicado horadaciones inconclusas, las que, normalmente, y por su tamaño y peso, no son transportables, al menos desde el punto de vista actual. En cambio, los morteros son piedras de menores dimensiones, movibles o transportables.


Piedra tacita ubicada actualmente en la Plaza Irarrázabal de Quilpué, originalmente emplazada en el sector de El Retiro. Este es un ejemplo indesmentible de un monumento lítico que ha sido descontextualizado, una práctica bastante común hasta mediados del siglo XX, pero que se ha realizado hasta ya bien andado el siglo XXI, ya que se las consideraba piezas susceptibles de ser usadas como adornos en jardines, plazas y parques, como en el caso del ejemplar actualmente instalado en el jardín de la antigua Casa Patronal del fundo El Rebaño y que, aparentemente, habría sido traída desde el sector de Los Culenes. Lo mismo ocurre con la que se instaló a un costado de la sucursal del Banco de Chile en Quilpué, por el costado que da a la calle Camilo Henríquez.

“Aparecen solitarias o en grupos de varias en una sola localidad. Están a orillas de algún arroyo o estero, o bien, a distancia de toda agua o lejos de lugares ahora habitados, en lo alto de un cerro, en sitios desiertos u en aisladas serranías. Se les llama, según la región del pais donde están, piedras con tacitas, piedras de platitos o piedras de morteros.

“El número de cavidades o tacitas hechas en la piedra es muy variable, desde una hasta treinta o más en una sola roca. En el mayor número de los casos las cavidades son verticales, labradas en la superficie mas o menos plana y horizontal de la roca seleccionada de propósito para ello. Se conocen sin embargo peñascos en que fueron trabajadas en sus paredes verticales[1] (El Retiro de Quilpué).”[2]

Generalidades

De manera preliminar las piedras tacitas, denominadas también como “morteros” o “piedras de cúpula” en Argentina, “pierres á cupule”, “á écuelles” o “á bassins” en Francia; “cup stones” o “cup marks” en Inglaterra, “Schalensteine” o “Napfchensteine” en Alemania; son rocas que poseen una horadación inconclusa, realizada de manera artificial, no natural, o sea por acción humana.

Quizás una interesante descripción sea la tradicional de Lehmann Nitsche respecto a los morteros de la Capilla del Monte en Córdoba, Argentina de 1904: “Los “morteros” son depresiones redondas, hechas en dirección vertical, en piedras cuya superficie es relativamente plana, unas como tazas que bajan de la superficie plana de las piedras que se levantan algo sobre el suelo que las rodea, y que son, las unas, piedras aisladas, de tamaño relativamente insignificante, las otras, parte de la peña viva que se extiende hasta treinta y más metros en toda dirección. Las piedras elegidas para tallar en ellas los morteros, se hallan situadas no muy lejos del agua corriente. Todas las cavidades son redondas como si las hubiesen hecho a compás; el diámetro varía desde el ancho de una mano y media (12 cm.) hasta una cuarta (20 cm.); la hondura es más variable. Algunas cavidades son casi planas, que se notan solamente por una depresión redonda y pulida en la misma peña, las que van indicadas en nuestro croquis por los puntos más pequeños; otras cavidades son verdaderos agujeros de más de medio metro de profundidad, y van indicados en los puntos más gruesos del mismo”.

En cuanto a su extensión geográfica, estas se encuentran distribuidas en gran parte de América, sin embargo, por el resto del globo también se encuentran ejemplares en Moravia (República Checa), en Wenns (Austria), Kumaon (India), Minusinsk (Rusia), Burg (Alemania), Pantjot (Java), Tassili n'Ajjer (Argelia), entre otros puntos del planeta.

Respecto a los estudios, se conoce que, desde fines del siglo XIX, los autores comienzan a dedicar treazos de investigaciones a estos fenómenos líticos, concertándose en este tiempo las primeras teorías respecto a su funcionalidad, surgimiento, ubicaciones y fechado de las mismas. Esas primigenias investigaciones con sus aciertos y desaciertos se han ido puliendo con el paso del tiempo y han llegado a nosotros gracias a importantes personajes que sin ser eruditos o profesionales en el área, dejaron testimonio de lo que vieron y de lo que se les fue contando, entre ellos destacamos la figura del médico alemán Francisco Fonck, avecindado en Quilpué, zona central de Chile o el militar Alejandro Cañas Pinochet, entre otros.

 La funcionalidad de las piedras tacitas

En cuanto a su funcionalidad, y como ya se ha avanzado, varios especialistas concuerdan en la utilización de estas piedras como recipientes asociados a actividades de molienda, en especial de granos[3], los que más recientemente se han comenzado a identificar a partir de estudios de microfósiles[4]. Algunas miradas diferentes han sido exploradas por varios autores, como Babot[5], quien ha intentado evaluar los aspectos sociales de las prácticas de molienda[6].

El conocimiento de las piedras tacitas en el territorio de la actual comuna de Quilpué no escapa a la situación antes mencionada, no obstante que se trata de un registro recurrente en este valle. Por sobre un conjunto de descripciones[7], los trabajos de Ampuero y Rivera[8] en el Norte Chico generaron una tipología de piedras tacitas con un valor cronológico, siendo fechadas en el Arcaico Tardío[9] y en el Alfarero Temprano[10]. Por otra parte, las piedras tacitas han sido usadas como indicador de una transformación económica dentro de los grupos de cazadores-recolectores del Arcaico Tardío de este sector, y que algunos han opinado que se asocian a un aumento en la explotación de vegetales al momento que las actividades de cacería disminuían, principalmente debido a la extinción de las especies que habían sido la base alimentaria de esos momentos, una rica megafauna que se habría extinguido debido a la cacería de que fueron objeto por los primeros pobladores del continente, lo que significaría que ya tempranamente había una buena cantidad de grupos humanos deambulando por amplias áreas[11].[12]

Si bien tales propuestas son relevantes para comprender la vida social prehispánica, se pueden explorar otras perspectivas para entender la articulación que establece este tipo de materialidad con las prácticas sociales de las comunidades que la produjeron, lo que implica comprenderlas como un  agente material relevante en el proceso de desarrollo de los procesos sociales prehispánicos, puesto que ellas serían el resultado de un conjunto de prácticas sociales y, de acuerdo con algunos, también productoras de ciertas prácticas en espacios particulares que habrían sido relevantes en la conformación del entramado social. Todavía más, por medio de su manufacturación, disposición y utilización, las piedras tacitas mismas habrían construido un conjunto de relaciones espaciales, materiales y fenoménicas que habrían ido construyendo parte del tejido social de su tiempo. Por lo tanto, su existencia y atributos materiales habrían sido generados y generarían, así como estructuraron y estructurarían por un conjunto de articulaciones y exclusiones práctico-espaciales que fueron contingentes y socialmente relevantes.

Hasta hace poco tiempo, los especialistas generalmente se referían a las piedras tacitas como morteros fijos en rocas[13], morteros colectivos[14], morteros en roca[15]. Más tarde se fueron aceptando otras explicaciones. Pero, así y todo, todavía se les suele llamar, al menos a veces e inexplicablemente, morteros comunitarios. También se les llama piedras con tacitas, piedras con platillos[16], ollitas o piedras con ollitas[17]. En ciertos lugares, en el campo, se las ha llamado piedras de indios, en tanto que algunos especialistas las llamaron piedras sagradas, atribuyéndoles la condición de altares de sacrificio. Se conoce bibliografía especializada que sugiere la realización de sacrificios de animales, particularmente guanacos, cuya sangre habría sido vertida en las horadaciones. Algunas de tales piedras tacitas presentan canaletas que comunican una o varias de estas horadaciones y se ha dicho, si bien no hay prueba contundente alguna, que servían para difundir la sangre de tales sacrificios, la que habría sido consumida por los oferentes. Hasta hay quienes sostienen que la costumbre de beber ñachi o ñache[18] se ha derivado de los rituales de sangre arcaicos que alguna vez se habrían realizado en tales piedras tacitas. Sin embargo, siempre ha de tenerse en cuenta que no todas las explicaciones pueden aplicarse a todas las piedras tacitas que se conocen, si bien la de los sacrificios y libaciones rituales pueden calzar a muchas de ellas.

La pretendida funcionalidad como meros y simples morteros colectivos de uso cotidiano debe desecharse definitivamente, cuando menos para las que se encuentran en lugares aislados y sobre cerros, ya que sería impensable que cada vez que se necesitara moler granos o semillas las personas debieran realizar fatigosos viajes de muchas horas de subida y bajada. En tales casos, quizá tuvieran un sentido puramente ceremonial. Por otra parte, se ha planteado que las piedras tacitas comienzan a aparecer cuando la fauna pleistocénica se empieza a extinguir y forzosamente debe modificarse la dieta, adoptando nuevas formas o al menos de complementarla, probablemente dándose un mayor énfasis a la recolección de frutos, semillas y raíces silvestres.

Aquí, y en cuanto a las piedras tacitas tomadas en general y sin atención a las particularidades de cada sitio en que se las puede encontrar, es interesante lo dicho por Carolina Carrasco en su memoria para optar al título de arqueóloga: “De las teorías expuestas, la más aceptada actualmente es aquella que relaciona las piedras tacitas con la molienda de recursos vegetales y la congregación social. Esta teoría, hasta la fecha, no ha sido reevaluada a la luz de nuevos enfoques teórico- metodológicos, como tampoco se han implementado en los estudios análisis morfotecnológicos y funcionales que involucren metodologías de análisis de residuos e información macrobotánica (con excepción de Planella et al. 2010). Tampoco se ha generado una sistematización del conocimiento sobre sitios con piedras tacitas, ya que lo que conocemos se ha establecido en base a la descripción de los bloques desvinculada totalmente del material recuperado de la ocupación humana asociada. Dicho lo anterior, no se ha considerado a las piedras tacitas en contexto, como un instrumento de molienda relacionado a los otros elementos de la ocupación del sitio. Esta falta de conexión entre las partes que constituyen la molienda ha tenido como consecuencia que las piedras tacitas no se incorporen dentro de la dinámica intra-sitio y sean consideradas como un fenómeno ritual en sí mismo, sin una relación con el contexto general, ni con otras evidencias de molienda recuperadas. Es así como observamos cierta desconexión de la arqueología de piedras tacitas con quienes habitaron en el pasado.[19]

Sin embargo, todavía no es posible establecer un fechado definitivo para la aparición de las piedras tacitas y, por lo tanto, dicho planteamiento no pasaría más allá de una atractiva teoría, absolutamente difícil de comprobar, salvo las elucubraciones en cuanto a su asociación con el momento en que empieza a escasear la megafauna y probablemente también a producirse un problema con la caza de la fauna común, ya que al haber una escasez de megafauna lo normal sería que la atención se dirigiera a una fauna menor a aquella y que significaría una gran presión sobre dicho estrato animal.

 

Bloque C del sitio arqueológico de El Shincal de Quimivil. Esta piedra es de las pocas que los especialistas han considerado como rituales o ceremoniales, a diferencia de las que se encuentran en las tierras bajas y mayormente dentro del perímetro de la ciudad inkaica.[20]

Recientemente, Marco A. Giovannetti, ha señalado sobre las piedras tacitas existentes en el sitio de El Shincal de Quimivil, un importante centro diaguita-inkaico en las inmediaciones de Londres, en el departamento de Belén, de la provincia argentina de Catamarca: “El sitio arqueológico y los grandes morteros que se presentarán en este trabajo se ubican en una geoforma relativamente plana, un cono aluvial conformado por la acción de dos ríos, el Quimivil y el Hondo. El área se puede esquematizar como un triángulo de poco más de 15 km2 en cuyo vértice NO se ubica el sitio. Los estudios sistemáticos que se llevaron adelante desde 2005 permitieron el relevamiento de 29 conjuntos rocosos graníticos fijos con oquedades destacables en su superficie, la mayoría instrumentos de molienda. A continuación se mostrará el esquema metodológico con el cual se abordó el estudio, para luego pasar a la descripción de los conjuntos y los resultados de excavación. Posteriormente se intentará mostrar algunas diferencias discriminantes específicas entre los morteros.

“Un grupo menor de oquedades se distingue a partir de sus características morfológicas, contextuales, rasgos de uso y de ubicación, dado que se disponen en sectores en lo alto de cerros o peñones. Además de exponer claras diferencias con los morteros de molienda registrados, se intentará avanzar en su interpretación como posibles huecos utilizados en rituales. Finalmente, se buscará dar un marco explicativo que dé cuenta de la razón por la cual el cono aluvial del Quimivil se multiplicó en vestigios con rocas pulidas repletas de oquedades, u oquedades aisladas en espacios distintivos, sin que existieran otros núcleos de poblaciones más que El Shincal.[21]

La mayoría de los investigadores transandinos, llaman a las piedras tacitas simplemente morteros múltiples y a las tacitas practicadas en la roca meramente oquedades rituales.

“En este trabajo se intentará demostrar la hipótesis general de que los morteros múltiples del cono aluvial del Quimivil fueron instrumentos mayormente utilizados en la preparación de comidas y bebidas para dar sustento a congregaciones masivas de carácter festivo y ceremonial llevadas a cabo en el centro inka de El Shincal. Estas prácticas fueron investigadas en diferentes proyectos arqueológicos durante más de una década, resultando en numerosos trabajos publicados. Las propuestas mejor fundadas de este estudio llevan a sugerir una dinámica involucrada en una estructura estatal inkaica que desplegaba un aparato de producción festiva con reuniones multitudinarias, con el concomitante montaje escénico y manifestación del poder (Giovannetti 2015). Peregrinos sujetos al Tawantinsuyu llegaban desde remotos lugares como los valles de Santa María, La Rioja, Santiago del Estero, Quebrada de Humahuaca e incluso territorio actualmente chileno, para participar de este despliegue comunal que involucraba festejos, rituales, comunicación y toma de decisiones de carácter político administrativas (Giovannetti 2009a; Giovannetti et al.. 2013a).

“Evidencias de ofrendas y prácticas rituales dentro del sitio han salido a la luz desde las primeras intervenciones, por ejemplo, en la plataforma ushnu (Raffino et al. 1997), así como en libaderos recientemente descubiertos en patios y recintos especiales (Giovannetti et al. 2012; Giovannetti 2015). Estudios de fenómenos de peregrinajes y congregaciones festivas llevados adelante en años recientes, arrojaron muy buenos resultados para pensar este sitio inka como especialmente preparado para sustentar estas prácticas estatales (Giovannetti y Raffino 2011; Giovannetti et al. 2013a). Análisis de fragmentos cerámicos, arquitectura, paisajes rituales, astronomía y despliegue escénico, demuestran que un sitio como El Shincal se pone a tono con varios otros emplazamientos estatales que los cronistas dieron en llamar “Nuevos Cusco” (Farrington 1998). De hecho, la homología de este sitio del centro oeste catamarqueño con aquellos otros de los Andes Centrales fue propuesta por Farrington (1999) al sorprenderse con datos de orientaciones y medidas de los edificios que mantendrían una correspondencia simbólica con elementos del Cusco y de otros sitios inka de importancia. En sintonía con esto, es posible verificar que varios asentamientos de magnitud considerable, como Huánuco Pampa en Perú, han sido propuestos como centros festivos. Los estudios de Morris y Thompson (1985) apuntalaron la idea de que gran parte de las actividades estatales de sitios como los centros administrativos estaban dedicadas a reuniones congregativas donde confluían ritos, ceremoniales de varias clases, música, danza y festines de comida y bebida. Este marco se constituía en telón de fondo para, en paralelo, instrumentar políticas relativas a la organización social y planeamiento de la producción económica. El despliegue de banquetes no resultaba sólo en una manifestación de poder inka, sino que se correspondía con la ley de reciprocidad, asimétrica según los términos de Rostworowski (1999), en una devolución que respondía a una intencionalidad de asimilación de las poblaciones locales. En palabras de Dillehay (2003), el éxito político de los inkas estuvo basado en un complejo sistema de manejo administrativo sustentado en ritos y banquetes. “La expresión pública de la religión consistía de banquetes y festivales; entre ellos uno asociado a cada uno de los doce meses del año y otros especiales” (Dillehay 2003: 358). Puede comprobarse en cronistas como Guaman Poma de Ayala (1987[1615]) que el calendario ritual inkaico ofrecía una importante cantidad de fechas festivas dedicadas a deidades, gobernantes, homenajes a los antepasados, cambios estacionales y eventos astronómicos. Una vez compatibilizados con los ritmos sociales y ecológicos de cada región (Earl 1976), proporcionaron muchos momentos para que el concepto de ayni, la forma de reciprocidad andina, tomara forma y dinámica en la obligación de agasajar a quienes cumplían con el tributo de trabajo corvée. Eventos ejemplificadores de esta modalidad pueden ser las fiestas del Inti Raymi, el Qhapaq Raymi o el Sitwa, que luego de quinientos años mantienen aún vigencia en las tradiciones cusqueñas. Pero además del calendario regular fueron muy importantes las fiestas dedicadas a eventos particulares de la vida de los Inka gobernantes (casamientos, nacimiento de sus hijos, muerte), así como de sus principales acciones guerreras o constructivas. El cronista temprano Betanzos (2010 [1551]) realizó un detallado informe de la estructura de varias fiestas luego de ampliaciones arquitectónicas del Cusco e, incluso, de la construcción de centros provinciales.”[22]

En esta posición, se reconoce el carácter ritual de las piedras tacitas, aunque se las relaciona con comidas rituales masivas.

Pero si bien los especialistas aquí se han decidido por morteros comunales relacionados directamente con comidas rituales o ceremoniales, Giovannetti también reconoce que esto no es aplicable para todas las piedras tacitas. “Un conjunto de peñas en lo alto de cerros, con accesos dificultosos y con vistas y/o ubicaciones de sorprendente alcance panorámico, presentan huecos muy diferentes de los observados previamente. Esto obliga a considerar otro tipo de funciones y significados. Moler en estos huecos plantea un verdadero problema de traslado físico, empeorándose la situación si tuvieran que cargarse los pesados implementos y productos de molienda; los rasgos internos, faltos de pulimento (a excepción de un único caso sobre la ladera del Cerro Divisadero), confirman esta suposición, haciendo muy poco probable que pueda establecerse alguna función doméstica para estos llamativos huecos. Se arriesgan, entonces, hipótesis que rondan el plano ritualístico, ya que no son extrañas en el mundo andino quechua este tipo de expresiones sobre rocas, existiendo un término preciso conocido como “lirp’u” para describir las mismas. Sea para ofrendas líquidas, o cómo espejos para establecer relaciones con los movimientos de astros, siempre se mantienen en una dimensión ceremonial sagrada, buscando articular planos verticales de la realidad (hanan pacha/mundo de arriba, kay pacha/este mundo y uku pacha/mundo de abajo) además de una conexión con las rocas, entidades de alto poder y sacralidad (Ríos Mencias 2012).”[23]

 

Mapa de distribución de los morteros múltiples en el cono aluvial del Quimivil. En color rojo se destacan los conjuntos de molienda múltiples. En anaranjado se remite a conjuntos mínimos de una o dos oquedades. En color blanco los que se consideran oquedades posiblemente con connotaciones rituales.[24] 

El carácter ritual o ceremonial, ya sea político o religioso, queda absolutamente planteado como una realidad.

 “Es momento de plantear la relación con la hipótesis principal de este trabajo. Se expone que las fiestas estatales fueron parte fundamental de la dinámica inkaica en un sitio especialmente preparado para recibir grandes cantidades de personas participantes de las mismas. Además también destacar la importancia de la política de fiestas en muchos de los asentamientos inka más destacados y el concomitante consumo de comidas y bebidas alcohólicas, componente principal de toda reunión festiva. En este sentido, se debe prestar especial atención a las vainas de algarroba, dado que fueron la frecuencia de mayor abundancia en el registro, aun teniendo en cuenta la posibilidad de fragmentación. Se registraron más de 6.200 fragmentos entre EGP y Ruinas, contemplando que una gran cantidad de vainas pasaron por el procesamiento de molienda. Las bebidas alcohólicas en los Andes prehispánicos no eran fabricadas sólo basadas en maíz, aunque se reconoce el status simbólico que se le habría otorgado a la chicha de este cereal (Murra 1978; Moore 1989; Hayashida 2008). Son muchos los relatos etnobotánicos que dan cuenta de otros vegetales utilizados como materia prima para la producción de “cervezas” (Nicholson 1960; Vázquez 1967; Babot 1999). Para el Prosopis sp. se conocen dos productos fundamentales a partir de la molienda de la vaina en el NOA: el patay, una especie de pan proveniente de la harina, y las bebidas añapa y aloja, esta última de fuerte graduación alcohólica (Cáceres Freire 1962; Babot 1999; Biurrum et al. 2007). Existen trabajos con documentos históricos que revisten de un carácter fundamental a las bebidas preparadas con algarrobo no sólo como un recurso de subsistencia básico, sino también como referente material sobre el cual se concentraban muchas prácticas de cohesión social, fiestas y rituales (Cáceres Freire 1962; Arana 1999; Noli 1999; Quiroga 1999). Estos eventos eran considerados genéricamente por el conquistador español como ‘juntas y borracheras’[25].

“Hay relatos que hacen una analogía entre la “aloja” y la chicha de maíz, pero sus formas de preparación parecen bastante diferentes. Todos los que hablan de producción de aloja coinciden en que es necesario moler la vaina antes de volcarla en tinajas con agua (Cáceres Freire 1962; Babot 1999; Biurrum et al. 2007), para luego dejar fermentar la mezcla por algunos días dentro del recipiente cerrado. Las crónicas muestran prácticas similares no sólo para el NOA sino también para la región diaguita chilena (Pardo y Pizarro 2005a, 2005b).

“Se tiene conocimiento de la producción de bebidas alcohólicas y no alcohólicas de otros frutos de recolección como el chañar y el mistol, y su producción también requiere del machacado de los frutos enteros (Babot 1999). En las crónicas se lo asocia permanentemente al algarrobo en lo que refiere a bebidas fermentadas (Pardo y Pizarro 2005b).

 “En síntesis, se pudo confirmar que los morteros habrían funcionado como espacio factoría de bebidas alcohólicas y probablemente comidas para las fiestas. Un dato que surge, además de los restos materiales de la molienda y la cocción, por su relativo aislamiento, es decir, que no existe asociación con estructura habitacional cercana en ninguno de los casos. No se molía, al parecer, para ninguna residencia en el contexto de la vida cotidiana. Lo más cercano es el gran centro inka de El Shincal donde, además, se encuentran conjuntos de similares características a aquellos que están por fuera del sitio, posibilitando pensar en ciertas semejanzas entre todos ellos. Por otra parte, pudo descubrirse que los mismos trabajadores que producían comida para el aparato inka también se alimentaban allí durante sus momentos de labor. La fabricación de chicha en los morteros se asume a partir de la evidencia de fogones, restos de ollas para cocinar y aríbalos para transportar. Hay que recordar que la cerveza de maíz tiene una corta vida como bebida alcohólica, ya que no puede ser almacenada y debe ser consumida en menos de veinticuatro horas (Dietler 2005).

 

Piedra tacita de El Morro, en el cordón del cerro Tres Puntas, con un sitio arqueológico caracterizado por varios círculos y tres andenes principales, todo lo cual viene a dar soporte a la idea de que esta tacita en particular estaba relacionada con actividades rituales o ceremoniales, sobre todo por la presencia en sus inmediaciones de un puquío u ojo de agua y una vista espléndida de los cerros principales de la cordillera de los Andes, como el Aconcagua y de su pirámide, donde se descubrió una Qhápaq-hucha o capacocha. Además, desde este punto se avistan los principales Apu de este lado de los Andes, como El Roble, La Campana, Caqui, Vizcachas, Alto del Francés, Mauco, etc.[26]

“Entonces, se podrían definir dos esferas de la praxis analíticamente distinguibles para los restos relacionados a la alimentación registrados en las excavaciones, uno en el que la comida y sobre todo la bebida se reservan para contextos relacionados con las fiestas y congregaciones de El Shincal, y otro más inmediato, en que se alimentaba la misma gente trabajando en el mortero. Por ende, se asume que la producción principal en estos contextos de molienda era a gran escala, inferencia construida a partir de la magnitud de los morteros y de la cantidad de evidencia botánica registrada.”[27]

Lo anterior podría significar una reutilización de soportes que se habrían confeccionado en tiempos muy anteriores y a los que la administración inkaica habría dado un nuevo uso, adaptándolos a las necesidades políticas y religiosas que se estaban dando.  Entonces, se puede decir que cuando menos las piedras tacitas ubicadas en los cerros “fueron parte de prácticas que sobrepasan o directamente excluyen la molienda. Están ubicados sobre sectores especiales arriba de cerros como la Loma Larga o Cerro Divisadero, o bien relacionados con construcciones especiales como la Piedra Raja. Muestran claramente que las oquedades fueron construidas por picado pero no existe o es escaso el pulido. Los granos gruesos del granito se mantienen inalterados en agujeros que se ubican en un espacio que se impone por la visibilidad panorámica a grandes distancias en el cono aluvial del Quimivil. La hipótesis propuesta es que fueron parte de prácticas de tipo ritual, quizás vinculados con ofrendas en la relación entre los seres humanos, las rocas, los cerros u otras entidades dentro de una cosmovisión que prestaba mucha atención a estas fuerzas vivas dentro de su noción de universo (Dean 2010). A medio camino se encontraría la explicación de las oquedades del ‘Cerro Aterrazado Oeste’. Como se vio previamente, la ubicación especial hace pensar en acciones rituales que, de alguna manera, involucraron molienda, pero que exceden el consumo cotidiano de los productos de la misma.”[28]

Queda claro, entonces, que no existe una definición sobre las piedras tacitas que pueda aplicarse a todas ellas en todos los sitios en que se las puede encontrar. Y, asimismo, en cuanto a la temporalidad, no puede asumirse que estas fueran tan tardías como del período de dominación del Tawantinsuyu. Pero tampoco se puede negar la posibilidad de que la administración inkaica haya ordenado la confección de nuevas piedras tacitas para usarlas dentro de ciudades, poblados y aldeas con fines puramente políticos, donde se sacralizaban los acuerdos políticos que se hacían.

En el caso de Chile, y particularmente del valle de Quilpué, no hubo ciudades ni otros poblados, ya que el terreno no contaba con agua para el regadío y quedó mayormente baldío, incluso hasta la segunda mitad del siglo XVI, tal como lo señalaron en un juicio por venta de tierras en este valle a fines de dicho siglo, en que los testigos, tanto pikumche como españoles declararon bajo juramento que estas tierras no se usaban y que tenían provecho solamente cuando un buen invierno aseguraba buenos pastos en primavera, momento en el cual los guanacos bajaban de las colinas y cerros vecinos y se les cazaba por grupos que venían sobre todo del valle de Quillota[29].[30]

Y, en el caso del valle de Quilpué, no es probable que haya sido la administración inkaica la que haya ordenado su confección, sobre todo teniendo en cuenta que estas tierras no sostenían una población sedentaria que pudiera apreciarse: a lo más, habría algunas familias establecidas a lo largo del estero, en algunos ancones donde fuera posible una agricultura de sustento consistente principalmente en maíz, porotos, papas y quínoa, y dependiendo de la caza del guanaco y de otros animales menores y quizá criando llamas cuando se contaba con mejores condiciones.

“Todo lo antedicho pone de manifiesto que las piedras de tacitas desde ·el punta de vista funcional no integran un fenómeno unitario y aún menos la expresión de una determinada corriente cultural, como algunos autores quieren, sino que se debe interpretarlas de manera muy distinta, correspondiente a su forma, tamaño, ubicación, relación con otros monumentos arqueológicos, etc. Desde luego tampoco se pasarán por alto las opiniones y leyendas populares sobre estos monumentos; sin embargo, no se puede utilizarlas sin gran cuidado, pues normalmente no se apoyan en tradiciones legítimas, sino en la fantasía o en explicaciones a posteriori, a veces hasta en teorías pseudocientíficas de aficionados que se difundieron en el pueblo. El diletantismo celebró y celebra verdaderas orgías en este campo de investigación. Naturalmente, auténticos testimonios históricos, etnológicos y folklóricos acerca de la fabricación y el uso de las piedras de tacitas son de gran valor y forman la base más importante para su interpretación.

“Las posibles interpretaciones de las piedras de tacitas pueden ser divididas en tres grupos principales. El primero abarca las teorías que se apoyan en observaciones que evidencian el empleo religioso, ritual y mágico de ciertas tacitas; podemos incluir en él la interpretación astronómica. En el segundo grupo contamos los casos que señalan funciones sociales. El tercer grupo lo forman las interpretaciones económico-prácticas. Con respecto al primer grupo merece atención el antiguo relato de Rivett-Carnac (1883) sobre la roca con hoyuelos cerca del templo budista de Chandeswar, ya mencionado más arriba. Las alrededor de 200 cúpulas de este yacimiento, ordenadas en grupos y filas, tienen tamaño distinto; las más grandes miden unos 16 cms. de diámetro y solamente 2 cm. de profundidad. La pendiente rocosa muestra una inclinación de alrededor de 45°. Por lo tanto, los hoyuelos no pueden haber servido como receptáculos. Algunos se encontraron dentro de un círculo, mientras que otros se combinaron con canaletas y simples grabados lineares. En el cercano templo dedicado al Mahadeo, quiere decir “Gran Dios”, como se llama a Siva, existen, —y eso es lo importante de este yacimiento—, símbolos de culto, similares a las que se ven en las rocas. Se trata de losas planas con una concavidad de la cual salió en posición vertical una piedra en forma de phallus. Este signo representa a Lingam y Yoni, quiere decir, falo y vulva, los símbolos de Siva y Sakti como divinidades de la generación y fertilidad. Algunos símbolos deI templo, más simplificados, consistían en un solo círculo o en una concavidad rodeada por un círculo o en dos círculos concéntricos. Es muy probable que el templo tenga relación directa con la roca de hoyuelos; estaríamos en presencia de dos santuarios dedicados al mismo culto, uno más antiguo y primitivo y otro más reciente y avanzado.

“Rivett-Carnac no explica el gran agrupamiento de tantos hoyuelos en una roca. Sobre este problema se ocupó Almgren (1934). Señala que la manera de producir fuego frotando madera dentro de una concavidad, se considera en muchos pueblos primitivos como rito simbólico de fertilidad, y en el Rigveda se lo compara preferentemente con el acto de la fecundación humana. En base a lo referido, presume que se quería simbolizar la fertilización de la Madre Tierra o algo parecido, grabando hoyuelos en las rocas, semejantes a los que se forman en Ia madera al provocar la chispa. Adjudica el mismo sentido a las piedras tacitas de Suecia, que allá se llaman ‘molinos de hadas’. Cita en favor de su opinión, las costumbres populares que se relacionan con los ‘molinos de hadas’ y las considera como últimos rudimentos de ritos de fertilidad, pudiendo atraerse también que en Francia las piedras con hoyuelos son visitadas por mujeres con el objeto de obtener fecundidad. Una hipótesis algo diferente aunque de cualquiera manera emparentada, presentó Schwantes (1934) para las tacitas que abundan en el Norte europeo desde el Neolítico hasta el Hierro prerromano, sin desaparecer antes del Medioevo. Sale de la observación de que un regular número de hachas de piedra y objetos parecidos muestran perforaciones incompletas o tan delgadas que no podían servir para la introducción de un mango. Llega, por tanto, a la conclusión que la barreneada del hacha significaba un acto religioso, fundando su teoría en el hecho de que el hacha y principalmente el hacha agujereada en muchas partes del mundo, representaba un símbolo de culto. La historia comparativa de las religiones sugiere la conjetura que simbolizaba el dios de la tormenta y trueno y en última instancia al dios del Sol y del Cielo. Schwantes parece suponer que Ia acción misma de horadar la piedra adquirió el valor de un acto de culto; luego, esta acción se habría desprendido del hacha de piedra para ser transferida a objetos similares y al final a guijarros naturales que a veces tienen casualmente forma de hachas. Ya Sophus Müller (1897) relacionó estos curiosos objetos con costumbres religiosas, porque no parecen tener ningún fin práctico. El último paso habría sido la aplicación de los hoyuelos a las rocas, losas sueltas y sepulcros megalíticos.

“En contraste a la explicación de las tacitas indias por Rivett-Carnac y de las ideas de Almgren, la hipótesis de Schwantes tiene un carácter bastante artificial y forzado. Sobre todo, se debe rechazar el que su opinión sea apta para lograr una interpretación unitaria de estos monumentos arqueológicos, aunque no negamos que puede contener un grano de verdad. Por lo demás, el mismo Schwantes concede que ‘tal vez ya en tiempos prehistóricos hayan habido mutaciones y cambios en el valor que se asignaba a las piedras con hoyuelos’. Esta observación es muy atinada, pues una de las particularidades más manifiestas de los primitivos fenómenos e ideas religiosas es su carácter ambi o hasta polivalente. Parece inherente también a las piedras de Lingam del templo de Chandeswar que a la vez representarían símbolos de divinidades y simples receptáculos para ofrendas. A raíz de tales condiciones es muy fácilmente explicable que el valor simbólico de estos objetos se perdió poco a poco (ante todo, desde que se comenzó a fabricar imágenes figurales de los dioses); al final pasó a primer término el objetivo práctico aunque siempre ritual.

“Existe otro ejemplo aún más instructivo al respecto. Moehler (1946) describe una piedra con hoyos que se halla en el kampung (aldea) Pantjot cerca de Tawangmangu en Java central (1.200 m. s. n. d. m ). Aquí se hallan bajo las raíces aéreas de un gigantesco árbol (Ficus religiosus) las ruinas de un templo hindú en cuyo cerco se encuentra una piedra (andesita) de 96 cm. de largo y 60 cm. de ancho. En su superficie aparecen, según el dibujo del autor, unas 35 tacitas de tamaño muy variable y en disposición irregular; una es más grande que las otras y tiene unos 10 cm. de diámetro, las más pequeñas no medirán más de 3 ó 4 cm. Su profundidad oscila entre 6 y 2 cm. La elaboración tosca de la piedra indica que no corresponde a la época del templo, sino que es más antigua y se origina de un ‘santuario de terrazas’ de los antiguos Indonesios. Es evidente que el templo hindú fué construido en el lugar del antiguo altar de sacrificio, representado por el bloque con las tacitas que hoy en día está ubicado bajo el alero de una casita de ofrendas de bambú. Toda el área del árbol está rodeada por un vallado de bambú. El autor presenció varias veces la acción de sacrificio y la describe minuciosamente. En una taza, llena de agua se esparcen flores rojas y hojas de rosas; luego se pone la taza encima de la piedra. Mientras tanto se preparan brasas sobre un ladrillo que se halla sobre otro bloque. El hombre que consuma el sacrificio coge algunas piezas de resina y los tritura lentamente encima de los carbones invocando a los dioses. Cuando el incienso envela el lugar, el sacrificador coge la taza y comienza a llenar las tacitas de la piedra con la mezcla de agua y flores. El resto del líquido lo derrama en la tacita más grande. Según las creencias de los javaneses, el humo atrae los dioses y los avisa que se quiere hablar con ellos. Cuando se efectúa el sacrificio (lo que sucede dos veces al año) también en la casita de ofrendas se ponen arroz, bananas, pollos asados, etc. Javaneses, Chinos, Hindúes y Arabes de la región rinden veneración a este santuario, que vale como portador de la suerte. En este caso vemos una antigua piedra de tacitas en plena utilización; parece principalmente instrumento ritual, pero sin duda representa a la vez un objeto de veneración desde antiguos tiempos. En su forma no se distingue para nada de muchas losas sueltas y rocas vivas con cúpulas europeas. Así no es demasiado atrevido el interpretar las últimas mediante este paralelo. Son en general, sin duda, altares de ofrendas, sin excluir que en última instancia el origen de por lo menos algunas de ellas pueda buscarse en acciones rituales de índole como las conjeturan Rivett-Carnac, almgren y Schwantes. Pero mientras que las ideas de estos autores no pueden evidenciarse con todo el rigor científico, ejemplos como el de Pantjoy poseen carácter comprobatorio.

“Respecto a ciertas piedras de tacitas del Tirol, en general, de dimensiones reducidas, disponemos de suficientes elementos para poder demostrar su edad y carácter, suministrados por investigadores locales (Tscholl 1934, Wallnöffer 1937), han descubierto numerosas piedras con hoyuelos en el Sur de este país, mientras yo mismo ubiqué varios yacimientos del Tirol septentrional (Menghin 1942). Hay allá lugares con centenares de hoyuelos y en alturas de más de 2.000 metros. Según el testimonio de un viejo lugareño, en tiempos pasados, cuando los cuidadores llevaban la hacienda del valle a los pastores alpinos de verano, llenaban algunos hoyuelos con cebo y los encendían con una mecha de fibras de lino, como ofrenda para que la hacienda no sufriera ningún daño durante la temporada. Por las praderas alpinas donde otrora el anciano trabajaba como pastor, tenían que pasar también los cortejos fúnebres de un alto valle al cementerio parroquial. Mientras que los portadores del ataúd descansaban en el refugio de los pastores, el ataúd quedaba colocado sobre la piedra de hoyuelos, en los cuales se prendían algunas velas.

“Eso comprueba que las piedras de tacitas de las altas montañas tirolesas, fuera de la zona habitada continuamente, han sido lámparas para sacrificios, sea para la hacienda, sea para los muertos u otros fines. También cuando aparecen en regiones más bajas, ante todo cerca de capillas, se puede pensar en lo mismo. Parece que el cavar nuevas cúpulas, formaba parte del sacrificio y quizás, puede considerárselo como último reflejo de ritos muy antiguos que otorgaron a esta acción un significado especial. Por supuesto estas lámparas no se remontan a una alta edad, pero no es difícil comprobar que han tenido antecesores prehistóricos en algunas colinas del Tirol meridional cuya cumbre lleva inequívocos restos de fortificaciones y santuarios Pre-romanos. Existen piedras con tacitas espaciosas en puntos muy marcados, de manera que su uso profano es inverosímil (Menghin 1911): me parece extremadamente probable que ya servían para encender fuegos sagrados.

“En la conexión de las piedras de tacitas con el culto a los muertos, ya es una teoría antigua, que se basa ante todo en la frecuencia de ellas en las tumbas megalíticas. Fué recalcada con energía por Hammerstedt (1914) y Karge (1917). Especialmente el último atrajo un extenso material de tradiciones y costumbres para comprobarla. Alude a la creencia de los pueblos semitas que los muertos sufren de sed y tienen que ser refrescados por libaciones, ideas que también dominan entre los indoeuropeos y muchos pueblos primitivos de la actualidad, incluyendo americanos. Con éstas se combinan conceptos acerca de la relación de los difuntos con el agua y la lluvia en general, de manera que el derramamiento de líquidos juega un gran papel en los ritos mortuorios. Fué no solamente (y tal vez ni siquiera originariamente) una obligación piadosa, sino de necesidad para conseguir lluvia, cosechas o nutrición por los antepasados.

“Así se explica sin duda que se hallen tantas tacitas en conexión con tumbas[31]. También es lícito concebir tal interpretación en el caso cuando las tacitas se hallan sobre rocas situadas en inmediata vecindad con tumbas. Sin embargo, sería exagerado extenderla demasiado como lo hicieran algunos investigadores escandinavos para quienes todos ‘los molinos de hadas’ son vasos sagrados del culto mortuorio. Almgren (1934) rechazó con razón esta generalización y le opuso las deliberaciones que expusimos más arriba. No cabe duda que las tacitas sirvieron también en el culto de los dioses y otros seres sobrenaturales. Serner (1938) llama además la atención a la fuerza apotropéica   del agua según las creencias de los árabes y muchos otros pueblos. Por eso mantiene contra Karge la teoría que las tacitas sobre megalitos fueron producidas para conservar agua a fin de retenerla a disposición para su uso contra los espíritus malos que podrían perjudicar a los difuntos. A mi modo de pensar, se trata otra vez de una teoría demasiado unilateral. Lo uno no excluye lo otro.

“Algunos interpretadores opinan que las tacitas son representaciones o símbolos de dioses astrales, ante todo el sol —naturalmente por su forma redonda o globular, que, sin embargo, no es la única y no comprueba nada por ser la más natural para estos dispositivos. Así, se debe rechazar rotundamente las ideas correspondientes de Flom (1922). Son muy atrevidas también las combinaciones de Baoudouin (1917), quien lee las confusas aglomeraciones de marcas sobre piedras como representaciones de constelaciones astrales, atribuyéndoles sentido religioso. Reber (1910), Devoir (1917), Almgren (1934) y otros se opusieron a estas ideas. Algunos investigadores se acercan a ellas (Schütte 1920, R. Müller 1939, Schönfeld 1921) interpretando las marcas como mapas astronómicos de los primitivos, antigua conjetura que tiene también adherentes en Sudamérica. No se debe negarla de principio, pero para su comprobación necesita muchos estudios.

“Las acciones rituales en las que estudiosos como Rovett Carnac, Almgren y Schwantes quieren buscar el origen y sentido de por lo menos una parte de las piedras de tacitas, no carecen de cierto dejo mágico; lo mismo vale con respecto  su empleo en el culto mortuorio según las ideas de Serner. Existen sin embargo, indicios históricos y folklóricos, que comprueban claramente el carácter mágico de ciertas cúpulas. Entre ellas figuran los hoyuelos practicados en los sillares de las iglesias medioevales; al polvo raspado de ellos fué atribuído una eficiencia milagrosa en casos de enfermedad (Virchow 1879, Gidon 1910). No es imposible que creencias análogas ya existían en tiempos prehistóricos; así se podrían explicar por ejemplo los hoyos que se hallan en las paredes verticales de los megalitos. Otra interpretación mágica la presenta Gaerte (1935), y hasta con la pretensión de exclusividad, que naturalmente debe rechazarse también en este caso. Aduce la costumbre supersticiosa muy difundida de enclavar en huecos de árboles, madera o tierra un objeto que tiene relación con la persona a cuyo efecto se quiere producir un efecto mágico. Para curar un dolor de muelas se hace por ejemplo una perforación en un árbol y se la llena con pelos del paciente: el dolor no vuelve mientras el árbol viva. Gaerte no cita ejemplos folklóricos que comprobarían la confección de hoyuelos rocosos en conexión con estas prácticas. Pero lo hace W. v. Schulenberg (1883) según quien, en Pyritz (Pomerania), en el tiempo antes de la Reforma la gente depositó pelos en hoyuelos perforados en los sillares de la iglesia. Es una tradición valiosa que explica una parte de las marcas redondas que se hallan en las iglesias medioevales de muchas comarcas alemanas, y como también parece, de otros países europeos.

“Son relativamente raros los ejemplos convincentes del empleo de las tacitas en la vida social. Pero no faltan. La etnología y el folklore atestiguan con cierta frecuencia su utilización como dispositivos para juegos. Van Gennep (1924) demuestra que en las agrupaciones de cúpulas en orden regular de los akaré, tribu muy primitiva y probablemente prebantú de Africa central, sirven para un juego llamado mangura; el mismo está muy difundido también entre los bantú bajo el nombre de mancala, en Abisinia donde se le llama gabata y además en Siria, Turquía y Filipinas. Posiblemente es idéntico el juego para el cual los árabes sendentarios y nómades de Africa noroccidental se valen de semejantes alineamientos de cúpulas (Reygasse 1935). Sobre otra interpretación de pequeños huecos que se hallan en los sillares de las iglesias alemanas aparecieron alrededor de 1880 toda una serie de informaciones en ‘Verhandlungen der Deutschen Gesellschaft für Anthropologie, Ethnologie un Urgeschichte’, apéndice de la ‘Zeitschrift für Ethnologie’. Los artículos más importantes al respecto son los de Treichel (1881), Argel (1882) y Wiechel (1883). Estas ‘marcas redondas’ pueden fácilmente confundirse con las medioevales ya mencionadas, pero son otra cosa; son mucho más modernas y aparecen también en iglesias protestantes. Vivía todavía gente que conocía la causa y el procedimiento de su producción: fueron formadas por el afilamiento de monedas de cobre utilizadas en cierto juego infantil, Virchow (1880) relata que la misma costumbre existe también en España, donde se llama este juego caliche. Es muy probable que también una parte de las pequeñas cúpulas sobre rocas de tiempos prehistóricos representen una especie de tableros de juegos y nada tienen que ver con el culto —con tal que no olvidemos que muchos juegos antiguos tenían un fundamento religioso.

“En la nota citada Reygasse menciona la gran frecuencia de cúpulas en el Tassili des Ajjers (sureste de Argelia), señalando que su finalidad es muy diversa. Un caso le deparó gran sorpresa. Descubrió una losa con cúpulas muy regulares de 4 a 5 cm. de diámetro; algunas muy grandes, cuidadosamente alisadas, se hallaron en el borde del bloque. El guía tuareg explicó que se trataba de un antiguo tobol, es decir, tambor de los tuareg ajjers. ‘Fueron utilizadas antaño para reunir los guerreros; su ritmo acompañó el canto de las chicas, con este instrumento fueron celebradas las fiestas y las congojas de nuestros antepasados. Los huecos grandes sirvieron de sillas para los nobles que presidían las distintas ceremonias de nuestra tribu’. Por supuesto, el relator no fué muy convencido de esta interpretación; pero uno de los compañeros de viaje, un negro, tomó asiento sobre la losa e hizo rodar sobre las cúpulas una piedra aproximadamente redonda que se encontraba encima del tobol. El movimiento ya rápido ya lento de la piedra produjo sonidos muy marcados, semejantes a los del tambor. El experimento fue concluyente.


Piedra tacita del sitio B-2 y esqueleto 1 del sitio B-2 de Papudo. Materiales: a, trozo de piedra roja; b, trozo de piedra horadada; c, percutor; d, piedras mano; e, puntas de proyectil. La cultura Papudo es el estadio cultural inmediatamente siguiente al de la cultura Huentelauquén, que se estima extendido por buena parte del territorio del Norte y del Centro de Chile.[32]

“Algunos autores (Tatarinoff 1916, Wallnöfer (1937), arguyen que una parte de las cúpulas representan una clase de hitos, delimitando propiedades; también en este caso se trata de una función social.

“Volveremos a entrar en un campo muy vasto de interpretaciones ya seguras ya discutibles, si consideramos la utilización de las piedras de tacitas para fines profanos. No cabe la más mínima duda que una gran cantidad de ellas son morteros. Esto es comprobado por la ubicación de muchas en inmediata cercanía de viviendas prehistóricas, por la tradición y además, por el uso ininterrumpido hasta los tiempos modernos en Chile y Argentina (Lehman Nitsche 1904, Vignati 1931), pero también en Palestina, Africa y muchas otras partes del mundo (Rütimayer 1924, Karge 1917). Una contribución interesante al respecto la ofrece el relato de van Gennep (1924), según el cual los akaré, mencionados ya más arriba, practican pequeños huecos rocosos para triturara la mandioca en cantidades reducidas sin importarles de la circunstancia que partículas de la roca poco sólida se mezclen con materia alimenticia; sin embargo, si preparan gran cantidad, utilizan morteros de madera. Los huecos se agrandan en el transcurso de su uso, si resultan al final poco prácticos por tener demasiado tamaño parece que se hacen nuevos lo que explica muy bien las grandes agrupaciones de morteros. Karge (1917) menciona muchas otras funciones profanas de las tacitas antiguas y modernas de Palestina, que pueden comprobarse o por lo general presumirse: sirven como repositorios de provisiones, lagares, bebederos, comederos, recipientes de agua para los objeticos más diversos (lavaje, blanqueo, batanadura), soporte de vasos, vasos para preparar comidas, etc. Se hallan en cuevas, como bajo cielo descubierto, cerca de manantiales y casas, sobre colinas y rocas planas (Dalman 1908). Mathews (1896) observó en New South Walles (Australia) que las tacitas en roca viva sirvieron para cocinar mediante piedras calientes, sin pasar por alto, que los receptáculos que describe conectado en parte mediante canaletas, también pueden haber sido utilizados para guardar agua.

“Con esto llegamos a la teoría de Vignati (1931) quien sustenta que gran parte de los supuestos morteros del Noroeste argentino tienen que interpretarse de otra manera por ser inutilizables como moliendas desde varios puntos de vista. Tal vez no todos ellos son acertados; no obstante, su opinión que muchos de los huecos cupuliformes representan pequeñas represas de agua potable merece mucha atención. Explica mejor las canaletas de comunicación que se hallan en varios casos y además la ubicación de muchas agrupaciones en sitios especiales, no muy aptos para colocar morteros. En apoyo de su teoría Vignati cita también una noticia bastante antigua de la cual se puede desprender, que los indios practicaban hoyos donde se recogió agua en beneficio de los viajeros. Por lo demás, la interpretación de Vignati se halla en buena concordancia con lo que sabemos de otras partes del mundo.

“Resumiendo podemos decir que todas las teorías sobre las piedras de tacitas que quieren explicarlas como fenómeno funcionalmente unitario no son sostenibles frente a los hechos, en general, ni siquiera las tacitas del mismo país o de la misma época ni de los mismos caracteres morfológicos pueden interpretarse desde un solo punto de vista. Hay infinidad de aprovechamientos evidenciados con mayor o menor seguridad aunque no mencionamos todos. Un gran número de indicios claros y otros por lo menos muy sugestivos permiten variadas interpretaciones en sentido religioso, ritual y mágico, siendo manifiesto que para estos objetivos pueden servir las formas más distintas. Más escasas —pero quizás solamente por falta de investigaciones respectivas— son las evidencias para el empleo de las tacitas en la vida social. Probable es que particularmente en el campo de juego tenían una importancia mucho más grande de lo que podemos vislumbrar hasta la fecha. Enorme fué sin duda su papel práctico o sea en la economía humana. Prevalecían evidentemente dos aplicaciones profanas, el uso como morteros y como receptáculos de agua, sin omitir que en muchos casos al mismo objeto podría corresponder una función en varias ramas de la vida cultural, el estudio cuidadoso de todos los detalles morfológicos, cronológicos y ambientales de las tacitas posibilitará profundizar paso a paso nuestros conocimientos. Saliendo de los fenómenos locales y regionales obtendremos al final un cuadro bastante claro sobre estos monumentos arqueológicos como pregonan algunos a quienes interesa menos la ciencia que la sensación.”[33]

Como observatorios astronómicos, se ha propuesto que se utilizaban llenando las horadaciones con agua y observando el movimiento aparente de los astros, para determinar los momentos precisos en que debían realizarse actividades tales como la recolección de semillas, raíces y frutos silvestres o, quizá posteriormente, para determinar el momento en que debía prepararse la tierra para el cultivo, el momento de las siembras, pero también para calcular cuándo debían celebrarse tales o cuales ceremonias o festividades. Esta opinión es también muy apoyada, particularmente desde que se ha empezado a estudiar la arqueoastronomía. En este sentido, cobra importancia también una variante de esta propuesta, que dice relación con que durante los ceremoniales que se habrían celebrado en torno a ellas, habría habido la necesidad de observar los astros o ciertos astros en particular que debían calzar con la víspera de tal o cual ceremonial. Obviamente, no pasa de ser una mera y simple elucubración el intentar afirmar que este sería el único y exclusivo uso o utilidad de las piedras tacitas.

 

Esquema de la piedra tacita de La Unión, en El Belloto Norte, señalando las tacitas y sus medidas. Las horadaciones 1, 2, 3, 5 y 6 corresponden a tacitas circulares, en tanto que las restantes son oblongas u ovaladas.

 

Piedra tacita de Uribe, ubicada en Belloto Norte, al final de la calle José Uribe. Se trata de un gran bloque que ocupa un lugar elevado con respecto al resto del terreno, en el que es posible identificar al menos tres andenes o terrazas, en los que se ubicarían los asistentes a los ritos o ceremonias que se celebraron en este sitio, desde el cual es posible tener a la vista varios cerros Pillán o Apu, como, por ejemplo, el Tres Puntas, el Charahuecho, el Motilemo y un amplio sector del cordón actualmente conocido como cordillera de la Costa

En ciertos casos, estas piedras presentan una sola horadación inconclusa y están practicadas sobre roca dura, como el granito ala de mosca, por ejemplo, pero también aparecen sobre rocas más blandas, como la arenisca, e incluso sobre piedras sueltas de diferente calidad. Se las puede encontrar en el fondo de las quebradas, en las rocas que afloran en alguna loma, junto a cursos de agua grandes y pequeños, e incluso en la cima de algún cerro. El cambio en las condiciones geográficas ha hecho que algunas aparezcan hoy en día en medio de arbustos o matorrales. Muchas veces aparecen alineadas con algunos cerros determinados, otras parecen señalar en cierta dirección y en no pocas ocasiones se las encuentra sobre o inmediatas a una sepultura prehispana. A veces los arqueólogos encuentran bajo o al lado de piedras tacitas otros testimonios arqueológicos, como alfarería rota, algunas herramientas, tejidos y puntas de proyectil.

 

Piedra de tacita del sitio Camino Real, que se encuentra dentro de las tierras de la hacienda de Las Palmas, al lado sur del estero Marga-Marga y al lado oriente del antiguo Camino Real de Quilpué a Peñuelas, y que forma parte de un grupo que en la actualidad se encuentra invadido e intervenido por boldos y otras especies endémicas. También pertenece al lineamiento de Guías de Agua, por su ubicación. A unos metros de este sitio se encuentra la casa hoy destruida por acción de terceros que antaño controlaba el desplazamiento por el Camino Real de Quilpué a Peñuelas.

Atendiendo a todo lo anteriormente dicho, se está todavía muy lejos, como ya se ha dicho, de llegar a una explicación que aplique a todas las piedras tacitas que se conocen. Las interpretaciones señaladas y otras más que se han propuesto pueden ajustarse a algunos ejemplares, pero jamás podrían calzar con las demás.

Se requiere todavía mucha investigación y estudio para llegar a una explicación real sobre lo que en verdad son las piedras tacitas, lo mismo que sobre las piedras horadadas.

En el valle de Quilpué o Coipué, que se extiende a través de una amplia área que va desde lo que ahora se conoce como Paso Hondo hasta El Rincón y El Carmen, se sabe de varios y diversos sitios que contienen o han contenido piedras tacitas.

En términos generales, se puede hablar de dos grandes e interesantes lineamientos principales. El primer lineamiento sería el que llamamos Guías de Cielo, y corresponden a piedras tacitas aisladas o en grupos, que se encuentran sobre laderas o faldeos de cerros, e incluso pueden estar en su cima, absolutamente alejadas de cualquier probable sitio de asentamiento humano y cuya funcionalidad jamás pudo haber sido la de morteros comunitarios. El segundo lineamiento es el que llamamos Guías de Agua, y se encuentran a lo largo o junto a cursos de agua de diversa importancia hidrológica, ya sea que se trate de esteros o quebradas.

En ambos casos, podemos ver una utilidad más bien ceremonial en su origen y que, quizá posteriormente, fueron reutilizadas por otros grupos, generaciones después de haberse producido las horadaciones inconclusas. Es posible, entonces, que cuando algunos grupos se establecieron en las inmediaciones de piedras tacitas, las hayan reutilizado para moler granos para uso cotidiano. Sin embargo, y como ya se ha dicho en otro lugar, no puede asumirse una posición definitiva y a ultranza, como lo han hecho algunos, debido a que todavía no existe ni siquiera consenso en cuanto a su utilidad original.

En el Norte Chico, las piedras tacitas parecen estar directamente relacionadas con la cultura Huentelauquén, una de las primeras culturas identificadas en el territorio nacional. En la parte meridional de los Valles Transversales, se las ha identificado con la cultura Papudo.

 El material soporte y las formas

En cuanto a los soportes, puede decirse que existe la tendencia a presentarse como concentraciones en una misma roca o afloración rocosa y si bien está absolutamente manifiesto y claro que sus tamaños son muy diversos, por ahora es preferible no elucubrar en cuanto a esta variable. Lo mismo puede decirse en cuanto a los tamaños de las horadaciones, porque las hay desde profundas hasta totalmente superficiales, como si hubieran sido comenzadas y abandonadas, pero, lo más probable en este sentido es que la profundidad de las tacitas tuviera más que ver con la utilidad que con otra cosa. Si fueron objeto de, por ejemplo, de libaciones, no sería tan necesario que fueran tan profundas, sino que existieran, pero si eran contenedores para ofrendas o para agua en la cual ver reflejados los astros, entonces sí sería necesario que tuvieran cierta profundidad para cumplir a cabalidad con su objetivo.

 

Morfologías de las oquedades identificadas en el cono aluvial del Quimivil.[34]

Lo que sí resulta interesante notar es que no existe una relación directa entre el tamaño y el número de tacitas del soporte. En este sentido, puede afirmarse que el practicar más horadaciones dentro de un soporte no responde a una imposibilidad métrica, sino que estaría más bien en relación con las elecciones culturales de una persona o grupo cultural en particular. La cantidad de tacitas, sumada a la cantidad de trabajo invertido en ellas, da cuenta de una actividad de especial importancia en la que debieron trabajar posiblemente un gran número de personas. Se trataría, por lo tanto, de una actividad colectiva cuya agregación podría vincularse más con aspectos sociales y ceremoniales que con aspectos económicos y en esta actividad posiblemente intervendrían también elementos sociales de fuera del grupo principal o inmediato. Tanto el volumen percutido/cantidad de trabajo invertido en ellas como las características del sitio muestran que, sin lugar a duda alguna, cada sitio se escogió como un lugar especial e importante a nivel local, pero quizá también

a nivel del entero valle de Limache y de los valles inmediatos de Marga-Marga y de Quilpué. Obviamente, no puede establecerse si todo este conjunto ceremonial estuvo funcionando, pero al menos en términos de trabajo acumulado es imposible negar la importancia que tuvo y que tiene hasta la fecha este conjunto lítico.

Piedra tacita de Uribe, ubicada en Belloto Norte, al final de la calle José Uribe. Se trata de un gran bloque que ocupa un lugar elevado con respecto al resto del terreno, en el que es posible identificar al menos tres andenes o terrazas, en los que se ubicarían los asistentes a los ritos o ceremonias que se celebraron en este sitio, desde el cual es posible tener a la vista varios cerros Pillán o Apu, como, por ejemplo, el Tres Puntas, el Charahuecho, el Motilemo y un amplio sector del cordón actualmente conocido como cordillera de la Costa.

“Referente a la forma de la boca no existen muchas diferencias entre las tacitas de las distintas épocas y partes del mundo. Son comúnmente redondas u óvalas, aunque no faltan noticias sobre rectangulares, triangulares u otras en forma de pera. Las dimensiones son muy variables. Ante todo en Palestina se conocen bateas sobre y en cercanía de los megalitos cuyo diámetro o largo alcanza 60 cm. y más. El diámetro mediano, muy frecuente en todas partes, oscila alrededor de 20 cm. Son comunes, empero, también cúpulas de 5 cm. y menos. En lo que se refiere a la profundidad del hueco, es manifiesta cierta relación con el diámetro; puede ser idéntica con el mismo o reducida hasta la mitad. Sin embargo, existen (ante todo en Alemania) tacitas muy chatas. Las de Oedendorf (Schleswig-Holstein) tienen una profundidad de 2,5 a 3 cm. y muchas de ellas son apenas perceptibles (Dittman 1939).

 

Piedra tacita de La Unión, que se encuentra en un terreno privado, inmediata a una quebradilla tributaria del estero El Belloto, al final de la calle La Unión, en El Belloto Norte. Esta piedra se encuentra descontextualizada debido a que maquinaria pesada de la inmobiliaria propietaria del predio la empujó fuera de su lugar original de emplazamiento para abrir un camino interior.

Piedra tacita número 1, central, del grupo III de Las Cenizas. Aquí puede decirse sin temor a equivocarse que se trata de piedras tacitas relacionadas con actividades ceremoniales o rituales, primero porque se encuentra lejos de cualquier punto poblado y segundo porque está justamente en un lugar utilizado como cementerio por las poblaciones antiguas.[35]

“Las cúpulas se combinan frecuentemente con otras configuraciones artificiales sobre la misma piedra. Acompañan muchas veces grabados figurales y ornamentales de carácter simbólico; en otros casos están rodeados por una o más canaletas circulares o se comunican mutuamente mediante canaletas que llegan hasta el borde de la piedra como para verter un líquido. Es muy asombrosa la identidad de muchas de estas agrupaciones de huecos, líneas, figuras y signos simbólicos en todas partes del mundo, incluyendo América. Una piedra como la de Bunsch en Dithmarschen (Schleswig-Holstein) con sus grabados de pies humanos, círculos de cruces inscritas y hoyos de tamaño muy variado (Schwantes 1934) podría originarse también de Patagonia. Tales analogías no son explicables sin la presunción de conexiones culturales, por más oscuras y complicadas que sean.

“El interior de las tacitas puede ser bien alisado, pero comúnmente tienen una superficie bastante áspera, tal vez como efecto de fuerzas erosivas y corrosivas de tiempos posteriores.

 


Piedra tacita del sector de Los Culenes, que corresponde a las que hemos clasificado como Guías de Agua, que se ubica inmediata a la quebrada de Los Bellotos. Desafortunadamente, en las inmediaciones una intervención antrópica ha venido a desvirtuar el sitio. Esta piedra se encuentra lejos de toda área susceptible habitación e inmediatamente a los pies del cerro El Molle, sobre su faldeo suroriental, y con varios Apu a la vista. Sin duda, se trata de un sitio donde se realizaron actividades rituales o ceremoniales, y esta piedra la hemos caracterizado como del grupo de las Guías de Agua.

“Las tacitas se encuentran en la mayoría de los casos en agrupaciones, a veces se hallan sobre una sola roca docenas y hasta centenares de hoyos, comúnmente de distintas dimensiones. Particularmente cuando se trata de hoyuelos pequeños, el número puede ser muy elevado. Su distribución suele ser completamente irregular; pero existen casos de un cuidadoso ordenamiento. Un bloque de arenisca que salió de un túmulo del Bronce antiguo en Telnitz (Moravia, Checoslovaquia), llevó encima tres líneas rectas y paralelas de 29, 28 y 27 hoyuelos de un centímetro de diámetro (Poulík 1934). En Wenns (Tirol septentrional) se encuentra una disposición en forma de cruz (Menghin 1942); este yacimiento alpino es de tiempo medieval o moderno. También los ‘cup-marks’ sobre rocas en Kamaon y ciertos monolitos de India Central muestran alineamientos bien ordenados (Rivet-Carnac 1883).

Piedra tacita del Marga-Marga, lado sur del estero Marga-Marga. Su aspecto es bastante extraño y presenta musgos y aparentemente ha perdido una parte.

“De interés particular son las propias rocas en las que se hallan las tacitas. El caso más frecuente son los yacimientos sobre roca viva o grandes bloques de derrumbe. Sobre todo las tacitas de tamaño mediano se hallan en esta condición. Un segundo grupo lo forman las cúpulas sobre losas más pequeñas. La mencionada de Telnitz mide p. ej. 55, 39 y 14 cm. de largo, ancho y grosor respectivamente. En este caso suele tratarse de hoyos de poca dimensión. No son muy frecuentes los hallazgos de esta clase. Muy común, en cambio, es la combinación de las tacitas con los monumentos megalíticos (Dalman 1908, Karge 1917, Serner 1938); en ellas aparecen concavidades de las más distintas dimensiones, de las más espaciosas a muy diminutas. Contamos en este grupo también los hoyuelos sobre menhires y semejantes monolitos sepulcrales como p. ej. Los de la zona de Minussinsk en Siberia occidental (Appelgren-Kivalo 1931). Como un cuarto grupo considéranse los hoyuelos sobre guijarros pequeños, placas y hachas de piedra. Aunque posiblemente tienen cierta conexión con las demás concavidades pétreas, nos abstenemos de incluirlos por implicar una serie de problemas especiales.


Piedra tacita de Teniente Serrano, un imponente bloque al borde del camino que bajaba al estero. En la actualidad se encuentra destruida por la intervención de una inmobiliaria para ensanchar el camino. Se desconoce su actual ubicación o si fue simplemente destruida y perdida para siempre. En todo caso, el solo haberla removido significa una alteración y una descontextualización porque no se podrá realizar ningún estudio en este sitio
.

“La mayoría de las tacitas se hallan en posición más o menos horizontal de manera que pueden contener líquidos. Muchas, empero, están colocadas en las paredes verticales de rocas megalíticas o hasta en la superficie inferior de los grandes bloques de cubierta de las tumbas megalíticas. En algunos de estos casos se puede pensar en el empleo secundario de las piedras respectivas; en otros, sin embargo, tal conjetura es imposible, ante todo cuando se trata de paredones rocosos naturales, menhires o construcciones como iglesias medioevales.”[36]

En este sentido, es mediante la aplicación conjunta de diferentes tipos de análisis que deben realizar los especialistas y de una mirada más amplia del fenómeno que se logra uno dar cuenta que resultan ser un registro material más complejo de lo que tradicionalmente se ha pensado, en donde no solo se mezclan lo productivo y lo funcional, sino que también elementos del paisaje y la reproducción social a partir del trabajo combinado de las personas y la conformación de espacios centrales.

Interesante, en todo caso, resulta lo registrado tanto por el doctor Fonck como por el investigador Alejandro Cañas en sus obras, y que ya se han transcrito en las páginas anteriores, en que se deja muy claro la existencia de piedras tacitas con horadaciones circulares, tubulares y oblongas u ovoides, de las que, asimismo, se proporcionan las medidas.



Registro geográfico de piedras tacitas.

 

1.- Mapa de Julio Fonck

 

2.- Mapa nuestro

 

3.- Otros mapas

 

4.- Paisaje de las Piedras Tacitas del Camino Real

 

5.- Paisaje de las Piedras Tacitas de Los Culenes

 

6.- Paisaje de las Piedras Tacitas de la calle Uribe

 

7.- Paisaje de la Piedra Tacita del Cajón de Lebo

 

8.- Paisaje de la Piedra Tacita de Los Pinos


Registro fotográfico de piedras tacitas.

 

1.- Piedras Tacitas “antiguas”

 

2.- Piedras Tacitas del Camino Real

 

3.- Piedras Tacitas de Los Culenes

 

4.- Piedra Tacita de la calle Unión

 

5.- Piedra Tacita de la calle Uribe

 

6.-Piedra Tacita de Teniente Serrano

 

7.- Piedra Tacita del Cajón de Lebo

 

8.- Piedra Tacita de la Antena

 

9.- Piedra Tacita de Los Pinos

 

10.- Piedra Tacita de Plaza Irarrázabal

 

11.- Piedra Tacita del Banco de Chile

 

12.- Piedra Tacita del Museo de Los Perales

 

13.- Piedra Tacita del Morro de Lillo

 

14.-Piedra Tacita del Fundo El Carmen

 

15.- Piedras Tacitas del Fundo San Jorge

 

 


 

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VÁSQUEZ, M. 1967. La chicha en los países andinos. América Indígena XXVII(2): 265-282. Williams, V. 2004. Poder estatal y cultura material en el Kollasuyu. Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Editado por P. Kaulicke, G. Urton y I. Farrington. . Boletín de Arqueología PUCP 8: 209-245.

 

WYMVELDT, F. 2009. La Loma de los Antiguos de Azampay. Un sitio defensivo del valle de Hualfín (Catamarca, Argentina). Ediciones de la Sociedad Argentina de Antropología

 


N O T A S

[1] Este solo hecho desmentiría un uso doméstico cotidiano como simples morteros comunitarios o familiares, ya que, obviamente, en un plano vertical no tendría sentido el tratar de moler granos u otros elementos alimenticios o de cualquier otra clase por las razones que a simple vista son evidentes.

[2] GAJARDO-TOBAR, 1958-1959:163, 164.

[3] HERMOSILLA y Ramírez, 1982; BABOT, 2004; 2006; 2007.

[4] BABOT, 2004; PLANELLA et al., 2013.

[5] BABOT, 2007.

[6] SCHLANGER, 1991; TAÇON et al., 1997.

[7] LATCHAM, 1929; MENGHIN, 1957; NIEMEYER, 1957.

[8] AMPUERO y Rivera, 1971.

[9] Esto es, entre 2000 a. de J.C. y 1 d. de J.C.

[10] 1 a 900 d. de J.C.

[11] SCHIAPPACASE y Niemeyer, 1965-1966; 1986.

[12] En todo caso si las piedras tacitas tienen que ver con faenas de molienda, pueden hacerse muchos reparos a esta posibilidad, debido a que es mucho trabajo para escasa producción, entre otras cosas, existiendo en ese mismo momento piedras y manos de moler.

[13] NIEMEYER et al.; HIDALGO  et al., 1989:227, 249, 250.

[14] FALABELLA y Stehberg; HIDALGO, 1989.

[15] HIDALGO et al., 1989:420.

[16] Cuando las horadaciones inconclusas parecen incipientes.

[17] Cuando las horadaciones inconclusas son profundas.

[18] El ñachi o ñache es una comida de origen muy antiguo y que en la actualidad se identifica con la cultura mapuche, la que se prepara con sangre fresca de animal y diversos aliños, como cebolla, ajo, cilantro picado fino, merquén y limón. Se prepara mientras se mata un cordero u otro animal doméstico. Se recoge la sangre del animal recién degollado en un recipiente que contiene los aliños antes mencionados, se revuelve y cuando la sangre se coagula se sirve en pan. Hay otra forma que parece provenir de tiempos anteriores y, por lo tanto corresponder o cuando menos estar muy cerca de la práctica original, y que consiste en el consumo de la sangre todavía caliente, con esos aliños, apenas se ha revuelto la mezcla.

 

[19] CARRASCO, 2016:7.

[20] GIOVANNETTI, 2017:130.

[21] GIOVANNETTI, 2017:117.

[22] GIOVANNETTI, 2017:118, 119.

[23] GIOVANNETTI, 2017:130, 131.

[24] GIOVANNETTI, 2017:122.

[25] Esta definición o forma de referirse a estas prácticas ancestrales solamente demuestran la ignorancia de parte de los conquistadores en relación con las costumbres y cultura de las poblaciones originarias, para quienes el participar de ceremoniales o rituales donde se compartía ampliamente con bebidas alcohólicas, como la chicha, por ejemplo (pero no cualquier chicha, obviamente).

[26] LEGUÁS, Loyola y Vidal, 2016.

[27] GIOVANNETTI, 2017:140, 141.

[28] GIOVANNETTI, 2017:143, 144.

[29] Esto es, desde la parte inferior del valle del Aconcagua y del valle de Limache, y probablemente de otras áreas inmediatas.

[30] LEGUÁS, 2015.

[31] El sitio Las Cenizas, un fundo que milita con Valparaíso y Viña del Mar, las tacitas están asociadas con cementerios antiguos, probablemente, según algunos, del período Preagroalfarero.

[32] SILVA, 1957:25.

[34] GIOVANNETTI, 2017:122.

[35] GAJARDO, 1958-1959:171.

[36] MENGHIN, 1957:4, 5.

Comentarios

  1. Muchas gracias por el tremendo aporte que es su blog estimado, un cordial saludo de parte de otro Quilpué que intenta conectarse con la historia del Marga Marga.

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